Separaciones inevitables que habitan dentro de nuestro olvido, que nos causan locura temporal o permanente según uno pueda sentir la terrible realidad del adiós; que tanta razón existe en decir que uno empieza a valorar todo aquello que se ha perdido, lo que ya de ninguna manera podrá volver a ser igual. Nuestra encarecida existencia se podría resumir en perdidas, de un modo u otro se estropean nuestros más apacibles instantes.
Nos llenamos de soledad y resentimientos guardados en el lugar exacto donde habita toda nuestra nostalgia, nos reservamos las lágrimas para nuestra propia compasión, creemos amar de manera verdadera con una sonrisa disfrazada. Deberíamos perder todo lo que realmente amamos en un solo instante, de manera permanente para realmente abrir los ojos y darnos cuenta de realidades que ignoramos a través del tiempo, que nos negamos a reconocer.
El miedo sea tal vez la manera más pura de conocer todo aquello que en verdad nos importa perder, he pasado demasiado tiempo teniendo miedo de mil cosas, negando mis verdadera naturaleza, encarcelando todo el amor y odio que puedo llegar a sentir, he caído en la derrota del mundo que me rodea, creo que me he convertido en una maquina más, en ser como tantos que debe amar a ciertas horas y regalar besos a determinado tiempo, se me ha olvidado mirar el cielo ya sea que este se encuentre totalmente nublado o con incontables estrellas las cuales de manera involuntaria muestran caminos ocultos para los viajeros errantes.
He tratado de caminar los senderos más solitarios tratando de encontrarme y solo he hallado la incertidumbre de mi existencia, dudas que desgastan el maltrecho corazón con el cual me toco vivir, tirando palabras que se pierden en la profundidad de la nada, regalando miradas a los ojos cerrados de mis incontables amores, he tomado el licor necesario como para perder la razón y todo ha sido en vano; solo conservo la fuerza necesaria para dejar de recordarte y extrañarte en cada momento de felicidad, que como siempre, arruino con mi manera involuntaria de pensar en ti.
Nos llenamos de soledad y resentimientos guardados en el lugar exacto donde habita toda nuestra nostalgia, nos reservamos las lágrimas para nuestra propia compasión, creemos amar de manera verdadera con una sonrisa disfrazada. Deberíamos perder todo lo que realmente amamos en un solo instante, de manera permanente para realmente abrir los ojos y darnos cuenta de realidades que ignoramos a través del tiempo, que nos negamos a reconocer.
El miedo sea tal vez la manera más pura de conocer todo aquello que en verdad nos importa perder, he pasado demasiado tiempo teniendo miedo de mil cosas, negando mis verdadera naturaleza, encarcelando todo el amor y odio que puedo llegar a sentir, he caído en la derrota del mundo que me rodea, creo que me he convertido en una maquina más, en ser como tantos que debe amar a ciertas horas y regalar besos a determinado tiempo, se me ha olvidado mirar el cielo ya sea que este se encuentre totalmente nublado o con incontables estrellas las cuales de manera involuntaria muestran caminos ocultos para los viajeros errantes.
He tratado de caminar los senderos más solitarios tratando de encontrarme y solo he hallado la incertidumbre de mi existencia, dudas que desgastan el maltrecho corazón con el cual me toco vivir, tirando palabras que se pierden en la profundidad de la nada, regalando miradas a los ojos cerrados de mis incontables amores, he tomado el licor necesario como para perder la razón y todo ha sido en vano; solo conservo la fuerza necesaria para dejar de recordarte y extrañarte en cada momento de felicidad, que como siempre, arruino con mi manera involuntaria de pensar en ti.

MANUAL PARA SALVAR EL ODIO
Cuando ella o él te dejen, no perdones,
niégate a comprenderlo.
Cultiva bien tu odio, nunca seas
generoso en palabras o en olvido.
Cuando ella o él te dejen, nunca digas
adiós, o qué vamos a hacerle.
Maldice cada letra de su nombre.
Y júrale odio eterno mirándole a los ojos.
Cuando ella o él te dejen, nunca creas
ni justificaciones ni promesas
y busca las palabras más hirientes
el insulto más infame que conozcas.
Cuando ella o él te dejen, nunca juegues
a ser Rick perdido en Casablanca.
Provoca llanto, dolor, remordimientos
y que el adiós te corte igual que una cuchilla.
Porque cuando ella o él te dejan, habrá alguien
tarde o temprano esperando en otra esquina
y volverán a gozar en otros brazos
y dirán ‘te amo’. Y ‘ven, dámelo todo’.
Y olvidarán. ¿Para qué, entonces,
mentir? Que ella o él se lleven
-aunque dure bien poco- nuestro odio
igual que una bandera. Para siempre.
JULIO CORTAZAR


