El pensamiento equivocadamente una vez más te trae hasta la profundidad de mis huesos, este frio calcina los despojos de mi ser y una vez más igual que otras tantas tardes espero tu llegada, ese andar cansado que recorre las calles del desamor; recuerdo nuestro primer beso como si fuese el último y lo añoro hoy más que nunca.
Tu cuerpo es esa dulce adicción que a cada momento se hace indispensable para no querer dejar de respirar, somos ajenos, lo se más que nadie y aun así quisiera que pudiéramos pertenecernos sin la condición de este tiempo que transcurre de manera eficaz cunado estamos juntos; cuando realmente nos amamos de una manera verdadera.
Hay tantos sueños que contarnos y tantas camas por recorrer entre nosotros que la espera para poder encontrarnos es interminable, es una lastima no haber empezado este peligroso juego de enamorarnos mucho antes de que nos diéramos cuenta cuanto queremos estar juntos, es curioso como funciona el destino, que caso tendría hacer que nos encontráramos, nos amaramos para solo después de una manera brutal e infalible hacer que nuestra historia se perdiese en la indiferencia de aquellos que se niegan al amor.
Puedo ver en tus ojos lo mucho que quisieras permanecer entre mis brazos siempre, y tu sabes que en la calidez de mis manos se encuentra esta verdad de no quererte dejar ir más, que otra cosa nos podemos ofrecer amor mío que no sean solo instantes en que el mundo se detiene para observar nuestros más secretos encuentros, para ser cómplice del amor escondido que cargamos con desventura; es en esos momentos en que no importan tu otros amores, los otros besos regalados por costumbre, por esa maldita costumbre de querer por tradición.
Hoy te espero como muchas otras tardes, en que en la soledad de mis manos añoran la calidez de tu cuerpo, ese cuerpo perfecto y hermoso que encaja perfectamente en mi vida, es una tarde más como muchas otras en las que solo me puedo conformar con la esperanza de verte después, abriendo la puerta de esa vieja habitación, la cual tu ya conoces demasiado bien; esperare el andar cansado de tu vida para transformarlo por un amor verdadero que te profeso sellando este secreto amor con todos aquellos besos que te debo por cuestiones de abandono temporal. Ahora esperare que pase este repentino frio invernal, para amarte muchas tardes más, siempre en secreto hasta que la cobardía nos abandone y podamos pertenecernos definitivamente.
Tu cuerpo es esa dulce adicción que a cada momento se hace indispensable para no querer dejar de respirar, somos ajenos, lo se más que nadie y aun así quisiera que pudiéramos pertenecernos sin la condición de este tiempo que transcurre de manera eficaz cunado estamos juntos; cuando realmente nos amamos de una manera verdadera.
Hay tantos sueños que contarnos y tantas camas por recorrer entre nosotros que la espera para poder encontrarnos es interminable, es una lastima no haber empezado este peligroso juego de enamorarnos mucho antes de que nos diéramos cuenta cuanto queremos estar juntos, es curioso como funciona el destino, que caso tendría hacer que nos encontráramos, nos amaramos para solo después de una manera brutal e infalible hacer que nuestra historia se perdiese en la indiferencia de aquellos que se niegan al amor.
Puedo ver en tus ojos lo mucho que quisieras permanecer entre mis brazos siempre, y tu sabes que en la calidez de mis manos se encuentra esta verdad de no quererte dejar ir más, que otra cosa nos podemos ofrecer amor mío que no sean solo instantes en que el mundo se detiene para observar nuestros más secretos encuentros, para ser cómplice del amor escondido que cargamos con desventura; es en esos momentos en que no importan tu otros amores, los otros besos regalados por costumbre, por esa maldita costumbre de querer por tradición.
Hoy te espero como muchas otras tardes, en que en la soledad de mis manos añoran la calidez de tu cuerpo, ese cuerpo perfecto y hermoso que encaja perfectamente en mi vida, es una tarde más como muchas otras en las que solo me puedo conformar con la esperanza de verte después, abriendo la puerta de esa vieja habitación, la cual tu ya conoces demasiado bien; esperare el andar cansado de tu vida para transformarlo por un amor verdadero que te profeso sellando este secreto amor con todos aquellos besos que te debo por cuestiones de abandono temporal. Ahora esperare que pase este repentino frio invernal, para amarte muchas tardes más, siempre en secreto hasta que la cobardía nos abandone y podamos pertenecernos definitivamente.
