La urgencia mutua de nuestros cuerpos se escapa de nosotros igual que la luna abandona nuestros más profundos sueños, es inevitable pensar en nosotros sin que surja una inmisericorde separación; de que manera es posible continuar con una historia que ni siquiera ha empezado, es como querer detener una lluvia en un día soleado.
El deseo de tener tu cuerpo a mi lado se agota igual que la vieja botella de whisky que sostengo en mi mano, es incierto el camino que recorremos tú y yo, eso si en verdad existe un “tú y yo”. Nuestra farsa del amor se dibuja con el humo de los cigarros de cualquier viejo bar, nuestros besos tienen el sabor de la amarga despedida que día con día nos profesamos, esa misma despedida que nos alienta para el encuentro de un día más, de noches en que sostienes mi rostro y con palabras certeras me dice: “creo que no te amo más” mientras mi mirada soberbia y arrogante te mira fijamente y sosteniendo tu mano es entonces cuando te digo: “y yo creo que ya no te necesito más”, que juego más estúpido es este, el de despreciarnos cuando en el fondo ambos sabemos lo que esconden nuestros corazones. Ese mismo sentimiento que sentimos en lo más profundo de nuestras entrañas cuando nos entregamos en aquel primer beso, que habría sido de nosotros si por equivocación del destino nunca nos hubiésemos encontrado; tal vez ahora yo seguiría pagando mas rondas de ron y durmiendo con mujeres hermosas, que recostadas en mi pecho me recordarían que ya ha pasado una hora y que es tiempo de pagar y dejar la habitación, mientras tanto tu continuarías coleccionando noches impregnadas de lujuria al lado de todos aquellos hombres que durante las noches de interminables danzas te habrían acechado hasta lograr poseerte en cuerpo más no en alma.
Es una lástima que la monotonía del amor se haya apoderado de nosotros, tal vez se el amor un sentimiento que se debiese evitar o al menos sustituirlo por la locura, de esa manera evitaríamos el tratar de una forma estúpida el morir por alguien más. Por el momento, intoxicado de ti, tratare desesperadamente de amarte hasta el punto de llegar a morir por ti.
El deseo de tener tu cuerpo a mi lado se agota igual que la vieja botella de whisky que sostengo en mi mano, es incierto el camino que recorremos tú y yo, eso si en verdad existe un “tú y yo”. Nuestra farsa del amor se dibuja con el humo de los cigarros de cualquier viejo bar, nuestros besos tienen el sabor de la amarga despedida que día con día nos profesamos, esa misma despedida que nos alienta para el encuentro de un día más, de noches en que sostienes mi rostro y con palabras certeras me dice: “creo que no te amo más” mientras mi mirada soberbia y arrogante te mira fijamente y sosteniendo tu mano es entonces cuando te digo: “y yo creo que ya no te necesito más”, que juego más estúpido es este, el de despreciarnos cuando en el fondo ambos sabemos lo que esconden nuestros corazones. Ese mismo sentimiento que sentimos en lo más profundo de nuestras entrañas cuando nos entregamos en aquel primer beso, que habría sido de nosotros si por equivocación del destino nunca nos hubiésemos encontrado; tal vez ahora yo seguiría pagando mas rondas de ron y durmiendo con mujeres hermosas, que recostadas en mi pecho me recordarían que ya ha pasado una hora y que es tiempo de pagar y dejar la habitación, mientras tanto tu continuarías coleccionando noches impregnadas de lujuria al lado de todos aquellos hombres que durante las noches de interminables danzas te habrían acechado hasta lograr poseerte en cuerpo más no en alma.
Es una lástima que la monotonía del amor se haya apoderado de nosotros, tal vez se el amor un sentimiento que se debiese evitar o al menos sustituirlo por la locura, de esa manera evitaríamos el tratar de una forma estúpida el morir por alguien más. Por el momento, intoxicado de ti, tratare desesperadamente de amarte hasta el punto de llegar a morir por ti.
Amor Condusse Noi Ad Una Morte
Amar es una angustia, una pregunta,
una suspensa y luminosa duda;
es un querer saber todo lo tuyo
y a la vez un temor de al fin saberlo.
Amar es reconstruir, cuando te alejas,
tus pasos, tus silencios, tus palabras,
y pretender seguir tu pensamiento
cuando a mi lado, al fin inmóvil, callas.
Amar es una cólera secreta,
una helada y diabólica soberbia.
Amar es no dormir cuando en mi lecho
sueñas entre mis brazos que te ciñen,
y odiar el sueño en que, bajo tu frente,
acaso en otros brazos te abandonas.
Amar es escuchar sobre tu pecho,
hasta colmar la oreja codiciosa,
el rumor de tu sangre y la marea
de tu respiración acompasada.
Amar es absorber tu joven savia
y juntar nuestras bocas en un cauce
hasta que de la brisa de tu aliento
se impregnen para siempre mis entrañas.
Amar es una envidia verde y muda,
una sutil y lúcida avaricia.
Amar es provocar el dulce instante
en que tu piel busca mi piel despierta;
saciar a un tiempo la avidez nocturna
y morir otra vez la misma muerte
provisional, desgarradora, oscura.
Amar es una sed, la de la llaga
que arde sin consumirse ni cerrarse,
y el hambre de una boca atormentada
que pide más y más y no se sacia.
Amar es una insólita lujuria
y una gula voraz, siempre desierta.
Pero amar es también cerrar los ojos,
dejar que el sueño invada nuestro cuerpo
como un río de olvido y de tinieblas,
y navegar sin rumbo, a la deriva:
porque amar es, al fin, una indolencia
Xavier Villaurrutia
